Miro absorta la foto de un soldado estadounidense con una niña en brazos. La foto la hizo en Iraq el fotógrafo Damir Sagolj, y la verdad a mirarla es como que alguien me de un puñetazo bien fuerte en la boca del estómago.
El soldado bien podría ser podólogo o informático o parado español o un dibujo animado o padre de familia numerosa semianalfabeto. Resulta el buen hombre ser médico y con sus asépticos guantes azules aguanta a la niña en su regazo, una cría que parece ir en pijama y que en este caso no tiene pinta de poder ser cualquier cosa, ni siquiera una parada española.
Este es el peligro de ponerse a curiosear en las fotos de guerra, y más en todas aquellas que aparecen niños o mujeres, que una se vuelve blanda y poco lúcida. Me salen los tópicos a fuerza de tecla y pienso en los archiconocidos ¿cómo?, ¿dónde? ¿cuándo? y en el irresoluble ¿por qué?.
Sobreadjetivo y me rasgo las vestiduras, dudo del ser humano y todo eso no me lleva a ninguna parte.
Por que no hay opción, no existe la solución, la niña está descalza y acepta sumisa el abrazo, me imagino que preferiría estar con su madre, si la hubiera o en su casa , si la hubiera o con los suyos, si es que tal cosa existiera.